Por aquel tiempo había en la ciudad de Jope una creyente llamada Tabitá, que en griego significa Dorcas. Esta mujer pasaba su vida haciendo el bien y ayudando a los necesitados.
Por aquellos días, Dorcas enfermó y murió. Su cuerpo, después de haber sido lavado, fue puesto en un cuarto del piso alto. Jope estaba cerca de Lida, donde me encontraba; y como los creyentes supieron que estaba allí, mandaron dos hombres a decirme: Venga usted a Jope sin demora.
Me fuí con ellos y cuando llegé me llevaron al cuarto donde estaba el cuerpo. Hice salir a todos, me arrodillé y oré; luego, mirando a la fallecida dije: Tabitá, ¡levántate!
Ella abrió los ojos y, al verme, se sentó. La tomé de la mano y la levanté; luego llamé a los creyentes y a las viudas, y la presenté viva. Esto se supo en toda la ciudad de Jope, y muchos creyeron en el Señor.
jueves, 11 de noviembre de 2010
Curación de un paralítico en Lida.
Recorriendo todos los lugares, bajé un dia a visitar Lida. Allí encontré a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacia ocho años, pues estaba paralítico.
Le dije: Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu lecho. Al instante, Eneas se levantó. Todos los habitantes de Lida observaron el milagro y se convirtieron al Señor.
Le dije: Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu lecho. Al instante, Eneas se levantó. Todos los habitantes de Lida observaron el milagro y se convirtieron al Señor.
Herodes, la prisión, y el ángel.
En aquel tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prenderme a mí.
Habiéndome tomado preso, Herodes, el día después de Pascua, me iba a sacar. Aquella misma noche durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel, se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocándome en el costado, me despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se me cayeron de las manos. Me dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y así hice. El ángel continuó: Envuélvete en tu manto, y sígueme. Entonces le seguí, pensando que lo que veía era una visión.
Llegamos a la puerta de hierro que daba a la ciudad, dónde el ángel se alejó de mí. Ahí fué cuando comprendí que el Señor había enviado su ángel para liberarme de la mano de Herodes.
Llegué a casa de María, la madre de Juan, donde muchos estaban reunidos orando Al verme, todos ellos decían: ¡Es su ángel! , pero, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les conté cómo el Señor me había sacado de la cárcel y dije: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos.
Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardas, ordenó llevarlos a la muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Habiéndome tomado preso, Herodes, el día después de Pascua, me iba a sacar. Aquella misma noche durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel, se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocándome en el costado, me despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se me cayeron de las manos. Me dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y así hice. El ángel continuó: Envuélvete en tu manto, y sígueme. Entonces le seguí, pensando que lo que veía era una visión.
Llegamos a la puerta de hierro que daba a la ciudad, dónde el ángel se alejó de mí. Ahí fué cuando comprendí que el Señor había enviado su ángel para liberarme de la mano de Herodes.
Llegué a casa de María, la madre de Juan, donde muchos estaban reunidos orando Al verme, todos ellos decían: ¡Es su ángel! , pero, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les conté cómo el Señor me había sacado de la cárcel y dije: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos.
Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardas, ordenó llevarlos a la muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.
El Espíritu Santo en Cesarea.
Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio, tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. 5 Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. 6 Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas.
Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, yo subí a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. De pronto tuve gran hambre. Mientras me preparaban algo, me sobrevino un éxtasis; y vi en el cielo abierto como descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra,. En él cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Escuché una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado, a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo.
Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, yo subí a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. De pronto tuve gran hambre. Mientras me preparaban algo, me sobrevino un éxtasis; y vi en el cielo abierto como descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra,. En él cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Escuché una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
El lienzo volvió al cielo,y mientras estaba perplejo, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio. Mientras pensaba en la visión, me dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado.
Descendiendo a donde estaban los hombres, les dije: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? Ellos contestaron : Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras. Entonces, les hospedé.
Al día siguiente, nos levantamos y nos dirigemos a Cesarea. Cornelio nos estaba esperando.
Cuando Pedro entré, salió a recibirme y postrándose a mis pies. Le levanté diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre. ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
Cornelio dijo: Hace cuatro días, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente. Y me relató al pie de la letra las palabras dichas por el ángel.
Sorprendido dije: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. 40 A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
Al día siguiente, nos levantamos y nos dirigemos a Cesarea. Cornelio nos estaba esperando.
Cuando Pedro entré, salió a recibirme y postrándose a mis pies. Le levanté diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre. ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
Cornelio dijo: Hace cuatro días, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente. Y me relató al pie de la letra las palabras dichas por el ángel.
Sorprendido dije: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. 40 A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
Nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.
Mientras aún hablaba, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Los fieles de la circuncisión que habían venido conmigo se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Continué: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Finalmente, les mandé bautizarles en el nombre del Señor Jesús.
El Espíritu Santo.
Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, nos enviaron allá a Juan y a mi, que oraramos por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo, ya que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.
Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces le dije: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.
Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces le dije: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.
lunes, 8 de noviembre de 2010
Juan y yo ante el Sanedrín.
Mientras hablaban al pueblo, se nos presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos,irritados porque instruíamos al pueblo anunciando la resurrección de la muerte por medio de Jesús.
Nos echaron mano y, como ya era tarde, nos metieron en prisión hasta el día siguiente. Muchos de los que oyeron el discurso abrazaron la fe, y así la comunidad llegó a unos cinco mil.
Al día siguiente nos hicieron comparecer y nos interrogaban: ¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso? Entonces yo, Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondí: Jefes del pueblo y senadores, por haber hecho un beneficio a un enfermo, hoy nos interrogáis sobre quién ha sanado a este hombre. Pues conste a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que ha sido en nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y Dios resucitó de la muerte. Gracias a él, está éste sano en vuestra presencia. Él es la piedra desechada por vosotros, los arquitectos, que se ha convertido en piedra angular. Ningún otro puede proporcionar la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo concedido a los hombres que pueda salvarnos.
Observando el aplomo de Juan y mío y constatando que eran hombres simples y sin letras, se admiraban; al reconocer que habíamos sido compañeros de Jesús y al ver al hombre sanado de pie con ellos, se quedaron sin réplica. Ordenaron, pues, que saliéramos del tribunal y se pusieron a deliberar: Qué hacemos con estos hombres? Han hecho un milagro patente, todos los vecinos de Jerusalén lo saben y no podemos negarlo. Pero, para que no se siga divulgando entre el pueblo, los conminaremos a que no vuelvan a hablar a nadie de ese hombre.
Entonces nos llamaron y nos ordenaron abstenernos absolutamente de hablar y enseñar en nombre de Jesús
Juan y yo les replicamos: Le parece a Dios justo que os obedezcamos a vosotros antes que a él? Juzgadlo. Lo que es nosotros, no podemos callar lo que sabemos y hemos visto.
Repitiendo sus amenazas nos despidieron, pues no hallaban modo de imponernos una pena, a causa del pueblo, que daba gloria a Dios por lo sucedido
Al vernos libres, nos reunímos con el resto de compañeros y les contamos lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los letrados. Los que lo oyeron levantaron la voz unánime dirigiéndose a Dios: Señor, que hiciste el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen; que por boca de tu siervo David, inspirado por el Espíritu Santo, dijiste: ¿Por qué se agitan las naciones y los pueblos planean en vano? Se levantaron los reyes de la tierra y los gobernantes se aliaron contra el Señor y contra su Ungido. Se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, Herodes y Poncio Pilato con paganos y gente de Israel,para ejecutar cuanto había determinado tu mano y tu designio.Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu mensaje con toda franqueza. Extiende tu mano para que sucedan sanaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús.
Al terminar la súplica, tembló el lugar donde estabábamos congregados, nos llenamos de Espíritu Santo y anunciábamos el mensaje de Dios con franqueza. La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. No llamaban propia a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común. Con gran energía daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y eran muy estimados. Entre ellos no había indigentes, pues los que poseían campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo depositaban a los pies de los apóstoles. A cada uno se le repartía según su necesidad. Un tal José, a quien llamábamos Bernabé, que significa Consolado, levita y chipriota de nacimiento, poseía un campo: lo vendió, llevó el precio y lo depositó a nuestros pies.
Nos echaron mano y, como ya era tarde, nos metieron en prisión hasta el día siguiente. Muchos de los que oyeron el discurso abrazaron la fe, y así la comunidad llegó a unos cinco mil.
Al día siguiente nos hicieron comparecer y nos interrogaban: ¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso? Entonces yo, Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondí: Jefes del pueblo y senadores, por haber hecho un beneficio a un enfermo, hoy nos interrogáis sobre quién ha sanado a este hombre. Pues conste a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que ha sido en nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y Dios resucitó de la muerte. Gracias a él, está éste sano en vuestra presencia. Él es la piedra desechada por vosotros, los arquitectos, que se ha convertido en piedra angular. Ningún otro puede proporcionar la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo concedido a los hombres que pueda salvarnos.
Observando el aplomo de Juan y mío y constatando que eran hombres simples y sin letras, se admiraban; al reconocer que habíamos sido compañeros de Jesús y al ver al hombre sanado de pie con ellos, se quedaron sin réplica. Ordenaron, pues, que saliéramos del tribunal y se pusieron a deliberar: Qué hacemos con estos hombres? Han hecho un milagro patente, todos los vecinos de Jerusalén lo saben y no podemos negarlo. Pero, para que no se siga divulgando entre el pueblo, los conminaremos a que no vuelvan a hablar a nadie de ese hombre.
Entonces nos llamaron y nos ordenaron abstenernos absolutamente de hablar y enseñar en nombre de Jesús
Juan y yo les replicamos: Le parece a Dios justo que os obedezcamos a vosotros antes que a él? Juzgadlo. Lo que es nosotros, no podemos callar lo que sabemos y hemos visto.
Repitiendo sus amenazas nos despidieron, pues no hallaban modo de imponernos una pena, a causa del pueblo, que daba gloria a Dios por lo sucedido
Al vernos libres, nos reunímos con el resto de compañeros y les contamos lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los letrados. Los que lo oyeron levantaron la voz unánime dirigiéndose a Dios: Señor, que hiciste el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen; que por boca de tu siervo David, inspirado por el Espíritu Santo, dijiste: ¿Por qué se agitan las naciones y los pueblos planean en vano? Se levantaron los reyes de la tierra y los gobernantes se aliaron contra el Señor y contra su Ungido. Se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, Herodes y Poncio Pilato con paganos y gente de Israel,para ejecutar cuanto había determinado tu mano y tu designio.Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu mensaje con toda franqueza. Extiende tu mano para que sucedan sanaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús.
Al terminar la súplica, tembló el lugar donde estabábamos congregados, nos llenamos de Espíritu Santo y anunciábamos el mensaje de Dios con franqueza. La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. No llamaban propia a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común. Con gran energía daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y eran muy estimados. Entre ellos no había indigentes, pues los que poseían campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo depositaban a los pies de los apóstoles. A cada uno se le repartía según su necesidad. Un tal José, a quien llamábamos Bernabé, que significa Consolado, levita y chipriota de nacimiento, poseía un campo: lo vendió, llevó el precio y lo depositó a nuestros pies.
Curación de un tullido.
Un día, Juan y yo subíamos al templo para la oración de media tarde. Un hombre paralítico de nacimiento solía ser transportado diariamente y colocado a la puerta del templo llamada la Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo. Al vernos entrar en el templo, nos pidó limonas. Le miré fijamente y le dije: Míranos. Él nos observaba esperando recibir algo de nosotros, pero le dieo: Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina. Lo agarré de la mano derecha y lo levantó. Al instante pies y tobillos se le robustecieron, se irguió de un salto, comenzó a caminar y entró con ellos en el templo, paseando, saltando y alabando a Dios. Toda la gente lo vio caminar y alabar a Dios. Al reconocer que era el que pedía limosna sentado a la puerta Hermosa del templo, se llenaron de asombro y estupor ante lo acaecido.
Mientras seguía agarrado de Juan y de mí, toda la gente corrió asombrada hacia nosotros y al verles les dije: Israelitas, ¿por qué os asombráis y os quedáis mirándonos como si hubiéramos hecho caminar a éste con nuestro propio poder o religiosidad? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, que sentenciaba su liberación. Vosotros rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida y disteis muerte al Príncipe de la vida. Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos de ello. Porque ha creído en su nombre, éste que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese nombre vigor, y la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de todos vosotros. Ahora bien, hermanos, sé que vosotros y vuestros jefes lo hicisteis por ignorancia. Sólo que Dios ha cumplido así lo anunciado por todos los profetas, que su Mesías iba a padecer. Arrepentíos y convertíos para que se os borren los pecados, y así recibáis del Señor tiempos favorables y os envíe a Jesús, el Mesías predestinado. El cielo tiene que retenerlo hasta el tiempo de la restauración universal que anunció Dios desde antiguo por medio de sus santos profetas. Moisés dijo: Un profeta como yo, uno de vuestros hermanos, os suscitará nuestro Dios: escuchad lo que diga. El que no escuche a aquel profeta será excluido de su pueblo.
Mientras seguía agarrado de Juan y de mí, toda la gente corrió asombrada hacia nosotros y al verles les dije: Israelitas, ¿por qué os asombráis y os quedáis mirándonos como si hubiéramos hecho caminar a éste con nuestro propio poder o religiosidad? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, que sentenciaba su liberación. Vosotros rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida y disteis muerte al Príncipe de la vida. Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos de ello. Porque ha creído en su nombre, éste que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese nombre vigor, y la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de todos vosotros. Ahora bien, hermanos, sé que vosotros y vuestros jefes lo hicisteis por ignorancia. Sólo que Dios ha cumplido así lo anunciado por todos los profetas, que su Mesías iba a padecer. Arrepentíos y convertíos para que se os borren los pecados, y así recibáis del Señor tiempos favorables y os envíe a Jesús, el Mesías predestinado. El cielo tiene que retenerlo hasta el tiempo de la restauración universal que anunció Dios desde antiguo por medio de sus santos profetas. Moisés dijo: Un profeta como yo, uno de vuestros hermanos, os suscitará nuestro Dios: escuchad lo que diga. El que no escuche a aquel profeta será excluido de su pueblo.
Discurso al pueblo.
Me puse de pie con los Once y alzando la voz les dirigí la palabra: Judíos y vecinos todos de Jerusalén, sabedlo bien y prestad atención a lo que os digo. Éstos no están ebrios, como sospecháis, pues no son más que las nueve de la mañana. Sino que está cumpliéndose lo que anunció el profeta Joel: Derramaré mi espíritu sobre todo mortal y profetizarán vuestros hijos e hijas, vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos tendrán sueños; también sobre mis siervos y siervas derramaré mi espíritu aquel día y profetizarán. Haré prodigios arriba en el cielo y abajo en la tierra: sangre, fuego, humareda; el sol aparecerá oscuro, la luna ensangrentada, antes de llegar el día del Señor, grande y patente. Todos los que invoquen el nombre del Señor se salvarán.
Israelitas, escuchad mis palabras: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis. A éste, entregado según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y le disteis muerte. Pero Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó,
David dice refiriéndose a él: Pongo siempre delante al Señor: con él a la derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, y goza mi lengua y mi carne descansa esperanzada, porque no me dejarás en la muerte ni permitirás que tu devoto conozca la corrupción. Me enseñaste el camino de la vida, me llenarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, puedo decíroslo con toda franqueza: el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva hasta hoy entre nosotros.
Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente carnal suyo se sentaría en su trono, previó y predijo la resurrección del Mesías, diciendo que no quedaría abandonado en la muerte ni su carne experimentaría la corrupción. A este Jesús lo resucitó Dios y todos nosotros somos testigos de ello. Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo. Porque David no subió al cielo, sino que dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos debajo de tus pies. Por tanto, que toda la Casa de Israel reconozca que a este Jesús que habéis crucificado, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías.
Lo que oyeron les llegó al corazón y nos dijeron a los otros apóstoles y a mi: ¿Qué debemos hacer, hermanos? Les contesté: Arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo, pues la promesa vale para vosotros y vuestros hijos y los lejanos a quienes llamará el Señor nuestro Dios.Además los exhortaba diciendo: Poneos a salvo, apartándoos de esta generación malvada.
Israelitas, escuchad mis palabras: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis. A éste, entregado según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y le disteis muerte. Pero Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó,
David dice refiriéndose a él: Pongo siempre delante al Señor: con él a la derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, y goza mi lengua y mi carne descansa esperanzada, porque no me dejarás en la muerte ni permitirás que tu devoto conozca la corrupción. Me enseñaste el camino de la vida, me llenarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, puedo decíroslo con toda franqueza: el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva hasta hoy entre nosotros.
Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente carnal suyo se sentaría en su trono, previó y predijo la resurrección del Mesías, diciendo que no quedaría abandonado en la muerte ni su carne experimentaría la corrupción. A este Jesús lo resucitó Dios y todos nosotros somos testigos de ello. Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo. Porque David no subió al cielo, sino que dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos debajo de tus pies. Por tanto, que toda la Casa de Israel reconozca que a este Jesús que habéis crucificado, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías.
Lo que oyeron les llegó al corazón y nos dijeron a los otros apóstoles y a mi: ¿Qué debemos hacer, hermanos? Les contesté: Arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo, pues la promesa vale para vosotros y vuestros hijos y los lejanos a quienes llamará el Señor nuestro Dios.Además los exhortaba diciendo: Poneos a salvo, apartándoos de esta generación malvada.
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