Recorriendo todos los lugares, bajé un dia a visitar Lida. Allí encontré a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacia ocho años, pues estaba paralítico.
Le dije: Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu lecho. Al instante, Eneas se levantó. Todos los habitantes de Lida observaron el milagro y se convirtieron al Señor.
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